La era del periodista Terminator

Captura de pantalla 2015-07-27 a las 20.02.04 En la saga de ciencia ficción Terminator, el programa de inteligencia artificial Skynet va generando una serie de ciborgs asesinos en su lucha contra los humanos. Cada uno de ellos es más evolucionado que el anterior, como respuesta al fracaso de sus predecesores. Es decir, va adaptando su respuesta a la situación de cada momento.

Hace unos días publiqué un comentario en Facebook que generó cierta polémica. Hacía referencia a la ausencia de firmas femeninas en las secciones de Opinión de los diarios, destacando en cambio que en las secciones de Gente -o Moda- ellas sí que son mayoría. El debate tardó poco en prender. Incluyendo mayoría de periodistas, como es lógico, pues buena parte de mis contactos en Facebook lo son.

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El tema me resultaba curioso porque los medios de comunicación en estos años han contribuido muchísimo extender la idea de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. En cambio internamente, al menos en este caso, no parecen seguir este relato.

El asunto se puede resolver con una explicación relativamente sencilla: las secciones de Opinión son las más tradicionales de los medios, las que retienen en mayor medida el ADN original de la prensa moderna, la que nació entre los siglos XVIII y XIX. Aquellos foros donde las élites culturales creaban la opinión pública. Es de esperar que estas páginas (o url, tanto da) sean por tanto más tradicionales en su funcionamiento interno.

Pero lo interesante de todo esto es que refleja hasta qué punto las empresas periodísticas siguen teniendo -a pesar de sus esfuerzos- serias dificultades para adaptarse a los tiempos.

Hoy la tecnología, las máquinas, también tienen mucho que decir en el periodismo, pero esta vez bajo control del periodista y de los medios. Hace una década se hablaba del periodismo multimedia o digital. Hoy hay que hablar del periodista multiplataforma, aquel que además es capaz de manejarse con soltura en social media, mobile, SEO y analítica digital, al menos.

¿Para hacerlo todo al mismo tiempo? En absoluto. Para sacar el máximo partido al trabajo periodístico. Y si no empiezas a cumplir estos requisitos, es muy probable que, como los primeros ciborgs de Terminator, vengan otros más evolucionados que tú a hacer el trabajo.

El contenido de calidad seguirá siendo el centro de todo, sin duda. Pero cada vez con más apoyos de herramientas que no se crearon dentro del ecosistema de los medios, por cierto. Términos como data-driven content o contenido guiado por datos ya se empiezan a manejar con soltura en el mundo del marketing de contenidos. Y es que hoy por hoy son ellas, las marcas, las que parece ser las nuevas T-1000 de los contenidos y las audiencias.

Todo eso, lejos de perjudicarnos a los periodistas o a los medios, nos ofrece una nueva y excitante oportunidad de contribuir a un mundo que inevitablemente progresa. De manera desigual y a rachas, pero a largo plazo progresa.

Lecciones de barrio para una crisis moderna

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Nada nos enseña más sobre nosotros mismos que un buen drama personal. No una de esas semanas tontas que todos tenemos, y que en mi caso comienzan levantándome de la cama más tarde de lo que tenía previsto. Me refiero a un problema de verdad, un dramón.

Esos problemas gordos casi siempre llegan en forma de malas noticias: una enfermedad repentina, una brusca separación, un fuerte desengaño. Situaciones que nos ponen al límite y nos muestran verdaderamente quiénes somos y cómo nos comportamos ante las adversidades. Y nos damos cuenta que en realidad somos más fuertes de lo que pensábamos para unas cosas, y no tan buenos en otras que creíamos que sí. En eso consiste.

Hace unos años nos enteramos de que había una crisis por ahí, sería hacia finales de 2008. Pocos meses después esa ‘crisis’ llegó a nuestras casas y a nuestros bolsillos. Decir lo que pasó es una obviedad, porque lo seguimos viviendo: perspectivas truncadas, búsqueda de empleo a la desesperada, una generación perdida o casi perdida.

Pero ¿qué aprendimos de todo esto? ¿Cuáles fueron las lecciones de la crisis?

La principal de todas es esta: ahora todos nos conocemos mejor. Antes vivíamos más o menos felices pensado que todo el mundo es bueno, en el barrio, en España y en Europa. Sobre todo en Europa, gente seria. Ahora sabemos que en el barrio predomina la gente buena, que en España más o menos y en Europa… Eso lo dejo para el final.

Con la crisis aprendimos que sabemos ayudarnos y queremos ayudarnos. En persona, por supuesto, pero también recurriendo a las múltiples herramientas tecnológicas que hoy hacen posible más que nunca esta cultura del ayudarse, desde proyectos como MiBarrio hasta la economía del bien común o el consumo colaborativo. Las posibilidades son inmensas y aún no podemos prever las consecuencias sociales y culturales que esto traerá.

Pero también aprendimos que eso no es suficiente, y recuperamos el eslógan de Porto Alegre, el Foro Social Mundial de 2001 que dejó aquella frase de ‘otro mundo es posible’. Nada nuevo, porque ya lo había avanzado Herbert Marcuse en 1968 en El final de la utopía, afirmando ya en aquel momento que en el mundo se daban las condiciones materiales para lograr una igualdad si no plena, mucho más real entre todo los habitantes del planeta. Eso parece que se nos olvidó, pero ahora lo rescatamos de una forma mucho más viva y acorde a los tiempos.

Sucedió que un movimiento mundial de exigencia de mayores libertades y democracia se extendió por parte del mundo, con Democracia Real Ya y el 15M en España, pero cuya mayor expresión fue sin duda la Primavera Árabe, cuyas consecuencias incluso geopolíticas aún perduran. También en parte de África, con países como Senegal, donde parte de su población se movilizó para evitar un pucherazo en las elecciones. Y en EEUU con el movimiento Occupy Wall Street.

En España también aprendimos a conocernos mejor, especialmente entre gobernantes y pueblo. Descubrimos que el artículo 1 de la Constitución, sagrado como nos habían jurado y perjurado que era… pues no lo era tanto. «La soberanía nacional reside en el pueblo español.» Y en cambio se sacralizó en dos patadas el pago de la deuda externa por encima de los intereses nacionales. Ahí sí que nos conocimos bien, ¿eh?

Hemos aprendido que no está bonito socializar las pérdidas (rescates bancarios…) pero en cambio mantener privatizadas las ganancias.

También nos dimos cuenta de que a nada lleva la falta de diálogo con los nacionalismos, y que en cambio hay falta de tacto y sensibilidad en el caso catalán. Eso sí es un tema que nos pone nerviosos, por eso hace falta diálogo. Y aunque yo mismo me posicione como no-nacionalista, nunca seré anti-nacionalista, y aprendamos de cómo han resuelto las cosas en Escocia: referéndum y otra cosa. Eso es democracia, las más antigua de las actuales, por cierto.

Y ya que hablamos de Europa y de referéndums, por fin hemos aprendido cosas de la Unión Europea. Hemos aprendido que Europa habla alemán, y que  la UE tiene un déficit democrático importante desde el momento en que no es el Parlamento (representantes del pueblo) el que lo decide todo y sí la Comisión (representantes de representantes). Bueno, eso ya se sabía, pero ahora lo sabemos un poco más.

Hemos sabido que Grecia ha sido un desastre, en efecto. Pero que no hay por qué abocarlos a elegir entre el colapso de su economía o la doctrina económica neoliberal, que ya lo sabemos, lleva inevitablemente a una mayor desigualdad. Hemos visto cómo Atenas salía a la calle a celebrar el ‘no’ del referéndum a las condiciones impuestas por Bruselas, para unos días después aceptar su presidente Alexis Tsipras unas condiciones muy parecidas. Y no sabemos qué pasará, pero así ellos también se conocen mejor.

La parte buena es esta, que ya todos nos conocemos mejor y sabemos dónde estamos. Por eso comenzaron las operaciones de maquillaje para cada cual tratar de vender que ya no son eso, que son otra cosa. Pero las lecciones de la crisis están ahí.

La duda es saber por cuánto tiempo lo recordaremos.

No era la letra, era la música

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Marshall McLuhan fue un tipo visionario. Profesor, filósofo e investigador, se desempeñó como uno de los primeros comunicólogos del siglo XX (1911-1980), y sigue siendo uno de los más citados aún hoy. A él se le atribuye el término aldea global, referido a las consecuencias socioculturales de las comunicaciones mundiales instantáneas. También es autor de una genial afirmación: El medio es el mensaje. Todo medio, formato, soporte, etc, influye en el mensaje que queremos dar. Y es que de hecho a veces el medio es el mensaje.

Algo así ocurrió con el Foro de Tecnología organizado por Editorial Prensa Canaria (diarios La Provincia y La Opinión). Dos consideraciones rápidas:

1. Un acierto juntar en un solo evento a responsables de Google, TripAdvisor y Spotify, junto a Octavio Suárez, director del coworking Palet Express.

2. Un error hacerlo en formato cerrado, un desayuno por invitación en el hotel Santa Catalina. Aunque yo fui, mucha gente interesada y conocedora del sector tecnológico se quedó fuera.

Quitando el speech de Octavio Suárez, memorable y didáctico (debería entregarse impreso en los wellcome pack de todos los coworkings canarios), los invitados no dijeron nada nuevo ni avanzaron revolución alguna. Tampoco iban a hacerlo aquí en Las Palmas, no era el lugar ni el escenario. Lo transmití muy claro a otros compañeros del mundillo que no consiguieron entrada: «No te perdiste nada».

Pero la cuestión no era esa. El punto de todo, y creo que los organizadores lo vieron así desde el principio, fue el hecho mismo de celebrar este evento con empresas tecnológicas de primera línea, a cuyos jefazos no tienen uno la oportunidad de escuchar todos los días. Luis Collado de Google, Blanca Zayas de Trip Advisor, Miguel Bañón de Spotify, muy cercanos todos ellos. No era la letra, era la música.

Una música que escucharon atentamente algunos destacados empresarios canarios. Y como esos empresarios son básicamente los que crean cultura en sus organizaciones -el tradicional esquema de jerarquía vertical-, eso luego se transmite a los mandos intermedios. Y cuando nosotros, emprendedores o autónomos con proyectos, nos reunimos con esos mandos, necesitamos estar en sintonía porque lo contrario significa el fracaso. Para el emprendedor por supuesto, pero en ocasiones también para un empresariado impermeable a los cambios y que a lo sumo te concede un «tenemos que mejorar la web» y un «ya te llamaré».

Por eso necesitamos que conozcan la música de la innovación, para que nos escuchen. Yo me conformo con que entiendan que el cliente ya es un usuario y que depende de cómo lo trates puede ser tu mejor embajador o causarte problemas de reputación, que el público es móvil, fluctuante y exigente, que la gente no es tonta y cada vez todos tenemos más conciencia. Eso y un poco más de cercanía en el trato personal. Con que entiendan esas cuatro cosas, esas cuatro notas, creo que podemos empezar a hacer mejor las cosas y estos foros, sin duda, habrán cumplido su cometido. En un formato más abierto, eso sí, por simple coherencia y sentido común.